Ser
responsable no sólo es cumplir debidamente lo que se manda. Eso sería
obediencia; es algo más, es saber elegir y decidir por uno mismo, con eficacia,
en aquello que es propio del nivel de madurez o experiencia.
Hay
que dar oportunidades, desde muy temprano, para que el niño elija juegos, ropa,
qué libro quiere que se le lea, qué desea merendar, etc. Una vez hecha la
elección, la debe llevar hasta el final y no se le deben permitir conductas
caprichosas. Tiene que experimentar las consecuencias de una elección
equivocada. Por ejemplo: aburrimiento, cansancio, malestar, etc. Esta lección
le servirá para ser más reflexivo y valorar aspectos positivos y negativos de
lo que vaya a elegir.
Aprender a tomar decisiones le
ayudará a resolver sus necesidades y las de los demás.
La indecisión es una forma de
irresponsabilidad. Es dejar la carga para que otros resuelvan lo que uno no se
atreve o no quiere hacer.
En los niños pequeños es normal y
frecuente que no decidan nada, aunque deberían presentárseles ocasiones para
hacerlo. Al principio habrá que enseñarles dándoles dos posibilidades: ¿Qué
quieres para merendar: chorizo o mortadela? ¿Qué jersey quieres ponerte, el
rojo o el azul? ¿Qué le compramos a tu hermano: un juguete o un puzzle? Después
se puede pasar a presentarte tres o más alternativas y, cuando elija, debe
explicar el porqué de su decisión.. Pedir que se razonen las decisiónes es
el modo de enseñar a no obrar de un modo caprichoso o impulsivo.
Es muy importante que vayan
participando en otras decisiones familiares mientras observan cómo los padres
sopesen las ventajas e inconvenientes.
Suele ser algo frecuente que los
niños pregunten: "¿Qué hago?" y una vez que obtienen una respuesta,
la rechacen. Es un modo de llamar la atención del adulto o una incapacidad para
afrontar decisiones. El niño decidido
será capaz de afrontar riesgos, siempre que no obre de modo impulsivo.
Cuando el niño tiene poca confianza
en sí mismo deberemos ayudarle proponiéndole elecciones que supongan poco
riesgo y ayudándole con pautas que faciliten su elección.
. ¿Qué prefieres llevar a la plaza:
el balón o la bici?
. ¿Qué ponemos de postre: manzana o
yogur?
Es bueno que los padres pidan
sugerencias a los hijos para resolver alguna situación problemática cotidiana.
Para ayudar a un hijo a tomar
decisiones podrían seguirse estos pasos:
1. - Enseñar a aceptar
una sola posibilidad gustosamente, con una visión positiva. "Hoy tenemos
visita y no podrás ver los dibujos animados de la tele, pero lo pasarás muy
bien jugando con tus primos".
2. - Enseñar a elegir
entre pocas posibilidades. "Vamos al parque. ¿Qué cogemos, la bici o los
patines?"
3. - Ampliar el número
de posibilidades de elección. A partir de los diez años se les pueden presentar
diversas opciones. Por ejemplo elegir entre las posibilidades que presentan los
centros escolares de actividades extraescolares, etc.
4. - Animar a los
hijos a que hagan propuestas que, posteriormente, se valorarán entre todos los
miembros de la familia de forma constructiva.
5. - Enseñar a tolerar
cambios imprevistos y que suponen una alteración de su plan tras una decisión
tomada
.- Una vez elegido, deben
soportar las consecuencias sin quejarse o echar la culpa a otros.
.- Deben valorar los aspectos
positivos y negativos de cada alternativa.
ESTABLECIMIENTO
DE LIMITES
Uno de los objetivos principales que
debemos plantearnos las madres y los padres es nuestros hijos e hijas vayan
integrándose en los diversos ámbitos de la vida, conociendo sus deberes y
derechos, dando paso a una madurez y responsabilidad progresivas.
Educar con este planteamiento va a
evitar situaciones de dependencia, inmadurez social e inseguridad. Es
conveniente demostrar que la familia se organiza y avanza si entre todos
responden a sus necesidades, cada cual de acuerdo a sus posibilidades.
A menudo, escuchamos a padres y
madres: "quiero que mi hijo/a sea feliz", pensando que esto se logra
evitándoles cualquier dificultad que encuentran, anticipándose a sus deseos,
dándoles cuanto piden, o cediendo ante cualquier resistencia o contrariedad.
Precisamente, estas actuaciones, aunque de momento suponen para el niño/a una
satisfacción, a medio y largo plazo, van a ser obstáculos que irán creciendo
como una bola de nieve y que van a impedir o dificultar el proceso o camino de
adquisición de la responsabilidad.
Librar a nuestras hijas e hijos de
las dificultades o de los sinsabores, hacerles las cosas que por su edad
debieran realizar, es una manera segura de hacerles débiles, indecisos y, en
definitiva, frenar su proceso natural de crecimiento personal.
Es necesario desterrar toda forma de autoritarismo en el modo de
mandar. Las normas de nuestro hogar tienen que ser pocas, claras y bien
comprendidas.
El niño/a tiene que saber lo que debe o no debe hacer, así como
las consecuencias de incumplir lo acordado. Asimismo, las madres y los padres
deben evitar actitudes permisivas y educar gradualmente en la capacidad de
esfuerzo y responsabilidad.
Es imprescindible dictar las normas
desde el afecto y no dejándose llevar por el nerviosismo del momento, el
capricho o el interés por dominar al niño/a. Deben formularse de manera
positiva, no a modo de decálogo de prohibiciones y deben ser razonadas, para
que nuestros hijos e hijas comprendan los motivos de éstas y para que piensen y
decidan por sí mismos sin necesidad de órdenes impositivas.
Es importante que estemos atentos a
las buenas conductas para reforzarlas y alabarlas con frecuencia. A veces, les
reprendemos y nos olvidamos de reconocer las cosas bien hechas, motivo por el
cual se encuentran con escasa ilusión por hacer nuevas tareas y se produce el
consiguiente y lamentable descenso de su autoestima.
Hay que dejar claro que es su
conducta inadecuada la que nos enfada y disgusta pero que, como persona e
hijo/a, le seguimos queriendo igual. Hay que desterrar las descalificaciones
globales del tipo: "¡Ya sabía que lo ibas a hacer mal" o "¡Eres
un inútil!"
Para lograr que nuestras hijas e
hijos sean responsables y disciplinados, no debemos olvidar que todas las
personas aprendemos con la práctica. Las palabras se las lleva el viento; es el
ejemplo el que cala en lo más hondo; por esto padres y madres somos modelos
insustituibles en el proceso de adquisición de hábitos responsables.
Así, es fundamental mostrarnos con autodisciplina, control y dominio de
nosotros mismos en los actos de nuestra vida diaria.
L Procura evitar:
1. - Comparaciones que dejen a tu hijo en ridículo.
2. - Comentarios que generen ansiedad, temor o inseguridad y
descalificaciones globales.
3. - Gritos, malos modos y amenazas.
4. - Ver a tu hijo/a como persona pasiva que sólo recibe órdenes.
5. - La sobreprotección.
6. - Manifestar desacuerdo entre padre y madre delante de los
hijos/as.
J Practica, ten presente y
recuerda:
1. - Buscar ocasiones para alabar con realismo y precisión.
2. - Señalar límites adecuados y concretos a las acciones que no
deseas que repitan tus hijos/hijas.
3. - Dejar claras las normas de comportamiento.
4. - Reconocer y valorar su esfuerzo, no sólo el resultado final.
5. - Transmitir entusiasmo e implicarte en los asuntos e intereses
de tus hijos.
6. - Comprender que debe desenvolverse solo ante las dificultades
y felicitarle cuando las resuelva adecuadamente.
7. - Escuchar con paciencia y sin interferencias de televisión,
radio, etc.
8. - Considerar que vosotros, padre y madre, sois modelos
constantes de referencia y que os van a imitar.
9. - Favorecer la participación de los hijos e hijas para decidir
algunos asuntos y elegir entre posibilidades.
10. - Invitar a tus hijos a contar sus experiencias para crear un
clima de confianza y diálogo.
11. - Hacer referencia a la conducta que no os parece adecuada y
no mezclarla con otras conductas anteriores.
12. - Ayudarles a verse de modo realista, reconociendo sus valores
y sus dificultades.
Si observamos estas pautas,
tendremos hijos e hijas con autodisciplina, que sabrán comportarse ante las
distintas situaciones, acomodando las propias necesidades y deseos a los de los
demás, pero sin perder su propia identidad y sin despersonalizarse.
La autodisciplina permite, además,
dejar de pensar en uno mismo, precisamente porque es autónomo, libre y puede
abandonar su egoísmo y salir hacia los otros para proporcionarles comprensión,
entendimiento y afecto.
La
responsabilidad genera respeto hacia los
demás y, por supuesto, hacia uno mismo.
Además facilita amistades sanas, firmes y prolongadas. Nuestros hijos e hijas
serán más libres y felices.