El Desarrollo de conductas responsables entre cinco y seis años:
Ya ha aprendido bastantes conductas y, aunque necesita que la persona adulta le diga lo que debe o no debe hacer, conviene presentarles dos opciones, para que elija.
Puede ser responsable en sus tareas domésticas sencillas: limpiar el polvo, recoger la mesa, preparar su ropa para vestirse, buscar lo que necesita para una actividad concreta. No hay que olvidar que el niño sigue imitando y que es exigente en la aplicación de la norma para todos.
Le agrada ayudar y cumplir encargos y recados sin cruzar la calle o pasar por lugares peligrosos.
Juega en grupos de tres o más y sigue reglas sencillas. Intenta ser autónomo y puede rebelarse frente a las presiones de los adultos en asuntos de disciplina, autoridad y normas sociales.
A partir de los cinco años comienza a despertar la intencionalidad, asimila algunas normas y se comporta de acuerdo con ellas.
Entre seis y siete años:
Con control y ayuda para evitar descuidos involuntarios, puede y debe prepararse los materiales para realizr una actividad. Comienza a ser capaz de controlarse en desplazamientos muy conocidos y próximos tales como el colegio, la casa de amigos que vivan en el mismo bloque de viviendas, casa de algunos familiares, etc.
Puede disponer de algún dinero semanal y aprender a administrarlo, sabiendo que, si lo gasta, deberá esperar a la semana siguiente para recibir una nueva paga.
Todavía se guía por las normas y hábitos del adulto: identifica el bien con lo mandado y el mal con lo prohibido o lo que enfada al adulto. Cumple las órdenes al pie de la letra, generalmente hasta los ocho años.
Puede controlar sus gastos con más facilidad. Tiende a formar grupos de relación con compañeros del mismo sexo. Aprende costumbres sociales relacionadas con el saludo, la despedida, el agradecimiento, etc. Actúa de forma responsable si se le ofrecen oportunidades para ello. Tiene el deseo de ser bueno y, si no lo es, culpa a los demás o a las circunstancias porque no soporta que lo consideren malo.
Va adquiriendo la noción de justicia y comprende las normas morales mediante ejemplos concretos.
A los ocho
años:
Comienza a adquirir autonomía personal y puede controlar sus impulsos, en función de sus intenciones.
Es capaz de organizarse en la distribución del tiempo, del dinero y de los juegos.
Todavía precisa de alguna supervisión. Pueden dársele responsabilidades diarias: preparar el desayuno, bañarse, acudir solo al colegio, etc.
Empieza a distinguir la voluntad del adulto de la norma y es consecuente con su conducta.
Sabe cuándo y cómo debe obrar en situaciones habituales de su vida. La actuación de las personas adultas es decisiva, dado que si persiste una presión autoritaria el niño se hace dependiente, sumiso y falto de iniciativa.
Si por el contrario, se obra de forma permisiva, el niño se convertirá en una persona caprichosa e irresponsable. Así pues, se hace imprescindible una actitud que favorezca la iniciativa y mantenga la exigencia. Le atrae el juego colectivo y coopera en grupo.
Es capaz de prever las consecuencias de sus actos.
NIÑOS RESPONSABLES
Entre seis y siete años:
Con control y ayuda para evitar descuidos involuntarios, puede y debe prepararse los materiales para realizr una actividad. Comienza a ser capaz de controlarse en desplazamientos muy conocidos y próximos tales como el colegio, la casa de amigos que vivan en el mismo bloque de viviendas, casa de algunos familiares, etc.
Puede disponer de algún dinero semanal y aprender a administrarlo, sabiendo que, si lo gasta, deberá esperar a la semana siguiente para recibir una nueva paga.
Todavía se guía por las normas y hábitos del adulto: identifica el bien con lo mandado y el mal con lo prohibido o lo que enfada al adulto. Cumple las órdenes al pie de la letra, generalmente hasta los ocho años.
Puede controlar sus gastos con más facilidad. Tiende a formar grupos de relación con compañeros del mismo sexo. Aprende costumbres sociales relacionadas con el saludo, la despedida, el agradecimiento, etc. Actúa de forma responsable si se le ofrecen oportunidades para ello. Tiene el deseo de ser bueno y, si no lo es, culpa a los demás o a las circunstancias porque no soporta que lo consideren malo.
Va adquiriendo la noción de justicia y comprende las normas morales mediante ejemplos concretos.
A los ocho
años:
Comienza a adquirir autonomía personal y puede controlar sus impulsos, en función de sus intenciones.
Es capaz de organizarse en la distribución del tiempo, del dinero y de los juegos.
Es capaz de organizarse en la distribución del tiempo, del dinero y de los juegos.
Todavía precisa de alguna supervisión. Pueden dársele responsabilidades diarias: preparar el desayuno, bañarse, acudir solo al colegio, etc.
Empieza a distinguir la voluntad del adulto de la norma y es consecuente con su conducta.
Sabe cuándo y cómo debe obrar en situaciones habituales de su vida. La actuación de las personas adultas es decisiva, dado que si persiste una presión autoritaria el niño se hace dependiente, sumiso y falto de iniciativa.
Empieza a distinguir la voluntad del adulto de la norma y es consecuente con su conducta.
Sabe cuándo y cómo debe obrar en situaciones habituales de su vida. La actuación de las personas adultas es decisiva, dado que si persiste una presión autoritaria el niño se hace dependiente, sumiso y falto de iniciativa.
Si por el contrario, se obra de forma permisiva, el niño se convertirá en una persona caprichosa e irresponsable. Así pues, se hace imprescindible una actitud que favorezca la iniciativa y mantenga la exigencia. Le atrae el juego colectivo y coopera en grupo.
Es capaz de prever las consecuencias de sus actos.